Vídeo: Jane Birkin – «Quiero que ‘Je t’aime moi non plus’ suene cuando me muera»

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Entrevista en el diario español El Mundo.

Después de 12 años la artista vuelve con ‘Oh! Pardon tu dormais’, que estrenará en España en el festival Veranos de la Villa. En Madrid actuará el 17 de julio en el Centro Cultural Conde Duque y en Barcelona el 19, en el Festival Grec

De padre espía y madre actriz, Jane Birkin (Londres, 1946) creció en Marylebone escribiendo un diario con páginas dedicadas a su peluche Munkey. A medida que crecía se cruzó con los Swinging Sixties, la revolución cultural que impulsó la juventud británica, sedienta de modernismo. La invasión de los Beatles, los Who, los Kinks; la minifalda de Mary Quant; la moda de Twiggy; el jaleo que se montaba en King’s Road, Kensington y Carnaby Street; el activismo político y la liberación sexual daban paso a los desenfrenados años 60.

Jane Birkin, en medio de esa burbuja, se hizo a sí misma en la actuación. Comenzó destacando en un fugaz papel para la película Blow Up de Michelangelo Antonioni, que fue galardonada en el Festival de Cine de Cannes, pasando a ser dirigida frente a la cámara de Agnès Varda, Jacques Rivette o Jacques Deray. Fue rodando Slogan, de Pierre Grimblat, cuando todo cambió.

Serge Gainsbourg apareció en la vida de Jane Birkin en 1968 -cuando tenía 22 años y él 20 más-. Ella ya era conocida por sus papeles en el cine y vivía en el París bohemio. Él, el enfant terrible de la chanson, era un gigante en los círculos culturales franceses. Desde entonces el uno no pudo existir sin el otro y, aunque su relación terminó después de doce años juntos, su amor siguió ferviente hasta el final. Desde entonces, cuando la artista, ahora con 75 años, habla con un refinado acento francés, el nombre que más repite es el de él. Serge Gainsbourg. Incluso en su nuevo disco, Oh! Pardon tu dormais, el espíritu de su gran amor sobrevuela letras y se cuela en las melodías de la memoria.

Es temprano en la mañana. Hace calor y el café comienza a salir. Me pregunto si es demasiado temprano. Cojo el teléfono y me digo: ‘Si timbra tres veces y no lo coge, la llamaré más tarde.’ Negativo. Al otro lado suena un susurro, un ligero y elegante bonjour.

Hola, Jane, buenos días ¿qué tal amanece París?
No he abierto las cortinas, pero tal vez esté lloviendo, igual que ayer. Tal vez no.
Le llamo para que me cuente de qué hablan sus nuevas canciones, escritas esta vez por usted misma.
Mmm… Me inspiré en una obra que interpreté hace 30 años. Habla sobre una mujer que no puede dormir y que despierta al hombre que está a su lado. Ella comienza a hacerle preguntas que él parece no querer responder. Su tipo de amor era la pasión, el amor a primera vista, y eso tiene algo de fatalista porque esta chica vive en el arrepentimiento de los que ya no tienen pasión. Convertí el diálogo en canciones, creando así un disco conceptual.
¿Cómo comenzó su romance con la música?
No tuve un romance con la música, para ser honesta. Canté con Serge (Gainsbourg) Je t’aime moi non plus, que se hizo muy famosa, porque no quería que nadie más lo hiciera, especialmente gente que se sentía atraída por Serge. Después, la canción causó algo de escándalo y el responsable de la discográfica nos envió de nuevo a Inglaterra para hacer otras 10 canciones para un nuevo álbum. Fue sorprendente que la prohibieran tanto en el Vaticano como en la BBC. No nos arrepentimos, todo lo contrario. Quiero que esa canción suene cuando me muera.
Hablando de Serge, ¿sobrevuela su figura también en este trabajo?
Serge está siempre ahí. Cualquiera que lo haya escuchado sabrá que él transformó el idioma francés en la música, lo que significa que cualquiera que viniera después estaba influenciado por él; como así ha sido para los músicos con los que he trabajado en este álbum. Serge lo cambió todo. Es por eso que me encanta cantar Ballade de Melody Nelson, porque veo al público feliz y siento que le rendimos tributo, y esa es siempre mi parte favorita del show.
Ahora el público que le espera es el de España ¿Tiene ganas de actuar aquí?
Sí. No he visitado mucho el país, pero cada vez que voy es un placer. Y esta vez, sobre todo, tengo muchas ganas de ver a Geraldine Chaplin, porque probablemente sea una de las artistas más espectaculares del mundo. Es extraordinaria. Ver a Geraldine, incluso desde lejos, es algo que me llena el corazón.
También le llena el corazón escribir diarios ¿Qué le gusta de ellos y qué no? Una vez dijo: ‘Cuando leo mis diarios, me encuentro extremadamente cansada.’
Si los leyeras te darías cuenta de lo aburrida que soy. Solo me parecen interesantes por el tiempo que describen. Y porque en los diarios no inventas cosas.
Los diarios no mienten.
Las personas te preguntan lo mismo sobre las mismas historias y al final no sabes si eran ciertas o no porque las he estado contando durante mucho tiempo. Los diarios son más verdaderos. Me gusta leer los diarios de la gente, están llenos de detalles. Incluso los de la reina de Inglaterra.
Sabemos los comienzos de Isabel II pero, ¿cómo narraría el comienzo de su propia historia?
Creo que todo empezó con Je t’aime con non plus. Hasta entonces la gente decía que tenía ‘una cara preciosa’, lo que me llevó a conocer a Serge y salir en una de sus portadas. Él quería que le acompañara a todos los conciertos, a todos los programas de televisión. Quería que yo fuera una estrella hasta que me convirtió en una. Como la Señorita Higgins en My First Lady (1965). Todo fue gracias a él. Nadie me había reconocido como una artista antes. Una vez hice un musical entero y nadie se dio cuenta de que era mi propia voz. Solo Serge.

Jane Birkin, a sus 75 años, sigue cantándole a la vida -y a él, el nombre que más repite- y escribiendo verdades en su diario. Cuando Gainsbourg murió en 1991 la artista pasó tres días junto a su cuerpo, sin querer dejarlo ir. Cuando estaban a punto de enterrar al músico, Birkin colocó a Munkey en el ataúd y con él se fueron sus confesiones; parte de un diario de una vida que todavía hoy sigue escribiendo a través de canciones.

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