Londres: Emisoras de Radio Piratas, forma moderna e incruenta de piratería (24-05-1964)

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Dos emisoras flotantes con pabellón extranjero burlan las leyes británicas sobre radiodifusión comercial, son Radio Carolina y Radio Atlanta (La Vanguardia, 24 de mayo de 1964).

 

Que en el año de gracia de 1964, nada menos que en la segunda mitad del siglo XX, dos barcos piratas, «Carolina» y «Atlanta», anclen a pocas millas de la costa oriental inglesa, puede parecer poco serio.

No lo es en absoluto. «Carolina» y «Atlanta», con sus largas antenas, estaciones emisoras de música moderna y propaganda comercial, poco menos que han cubierto de ridículo al ministro de Comunicaciones de Su Majestad y tienen a la autoridad del Parlamento británico en entredicho; lo cual no quita que haya muchos diputados, si no encantados, al menos contentos de ello.

Radio Carolina comenzó a emitir el 28 de marzo pasado; Radio Atlanta, el 13 de mayo; la primera ya está anunciando; la segunda comienza la próxima semana. El interés comercial es evidente: su potencia emisora alcanza como mínimo a once millones de personas, y puede llegar a cerca de veinte millones.

Música Ligera

La B.B.C. tiene el monopolio radiofónico británico. Sus gastos (prescindiendo de las emisiones para el extranjero) se compensan con la tasa que pagan los poseedores de aparatos. La B.B.C. no anuncia y no proporciona muchas horas de música moderna.

Puede imaginarse, pues, lo que son capaces de ganar estos buques con estaciones emisoras: porque emiten continuamente música ligera, porque reciben con los brazos abiertos a la publicidad. Con lo primero captaron las preferencias de inmensidad de radioescuchas (seis millones, afirma Radio Carolina); con lo segundo abren a las firmas interesadas las ondas radiofónicas que les tiene vedadas el Estatuto de la B.B.C. (y se calcula que si a Radio Atlanta le contratan todo su «tiempo publicitario», puede obtener el equivalente de 335 millones de pesetas anuales).

Todo lo que se ha invertido en «Atlanta » son unos 20 millones de pesetas.

La Horca

El negocio es redondo aunque, claro, tiene los riesgos de la piratería. Pero, ¿son tantos los riesgos?. La clave está en que ambos barcos están anclados más allá de las tres millas de la costa, pero no muchas más, que. forman las aguas jurisdiccionales inglesas. Asi, y porque enarbolan pabellón de otro país, y porque las compañías que las explotan tienen su sede social en otro, se escapan de la ley y de la justicia inglesas, y quiebran el monopolio de la B. B. C. impunemente.

Este procedimiento, sin embargo, no es nuevo, y aun con todas las ingeniosidades dichas, se puede quebrar, como se ahorcaba a los piratas en otras centurias.

Suecia, Dinamarca y Bélgica lo han hecho; entiéndase que además de los cojos y tuertos que hayan podido colgar de un mástil en el pasado, en estos tiempos han impedido con la legislación apropiada la actividad de estas radios náuticas. Entre otros medios, penalizando a las compañías nacionales que anuncian sus productos a través de los barcos piratas.

Inglaterra también podría hacer lo mismo; incluso el ministro de Comunicaciones, por medio de uno de sus subordinados, insinuó hace poco en el Parlamento una legislación de este estilo, pero a los pocos días declaraba que por el momento no se tomaría ninguna acción represiva y hasta acusaba a la prensa de atribuirle unas intenciones inexistentes (lo cual no suprime las palabras de su subordinado en los Comunes).

En Tierra

Mientras «Carolina» y «Atlanta» se mecen en aguas internacionales y animan o arrullan a millones de ingleses, ¿Qué pasa? ¿Cómo se ha vuelto atrás el ministro de Comunicaciones? ¿Cómo se permite esta burla a la autoridad del Parlamento, creador del monopolio radiofónico de la B.B.C?

Porque, en definitiva, los barcos no son más que barquichuelos,
porque ésto no es más que un episodio de un ataque mucho más fenomenal, porque a lo que se va es a destruir el monopolio… en tierra.

Por la mismísima flagrante violación que de hecho supone, lo de los barcos
razonablemente no puede durar (aunque sí lo suficiente para amortizar gastos y obtener beneficios); si el Gobierno no se atreve ahora a cortarles las amarras, es porque tienen muchos oyentes y las elecciones generales están cerca; por otra parte, es muy probable que relativamente
pronto el Consejo de Europa (al que pertenece Inglaterra) apruebe un proyecto con vistas a que los estados miembros se ayuden mutuamente a suprimir las estaciones radiofónicas de esta clase.

Pero Radio Carolina y Radio Atlanta sientan sobre todo, un precedente. Lo que la mayoría de los diputados conservadores quiere, lo que intenta el grupo de presión que acabó hace unos años con el monopolio de la televisión que entonces también tenia la B.B.C., es terminar dura y simplemente, con el que le queda, el radiofónico.
De paso —señalan— ya no harán falta barcos piratas.

¿La horca o el espaldarazo?

Los laboristas se llevan las manos a la cabeza: si se permite, la radio comercial sacará tantos beneficios como la televisión
comercial. Y, argumento al que se une la B.B.C, las emisiones perderán «nivel», harán más masa a la masa.

Los defensores de ella invocan que una vez que se terminó con el monopolio
de la televisión, ya no hay verdadero motivo para el radiofónico. Y precisamente por lo mismo. ¿Por qué no se va a poder ganar dinero con la radio?.
La televisión comercial ha demostrado que existe una gran demanda del público, más que para la B.B.C, lo cual ayuda a «despertarse» a ésta. Por añadidura, si en Inglaterra no se abusa de la libertad, ¿por qué no se va a dar?.
¿Qué ocurrirá? Según las diferentes circunstancias, los resultados varían.

Ahora no hay tiempo suficiente para aprobar la legislación necesaria a la
radio comercial y es dudoso que los conservadores incluyan la reforma en su programa electoral (porque hay muchos radioescuchas para «Carolina» y«Atlanta» y ni los laboristas se atreverían a suprimir la televisión comercial,
el grupo de presión que efectivamente está detrás puede levantar exageradas suspicacias en el electorado; pero si los conservadores ganan las elecciones, la radio comercial seguramente vendrá).

En cambio, si vencen los laboristas, seguro que no. Por tanto, a la espera de
las elecciones, los «piratas» no saben si acabarán ahorcados o recibirán el espaldarazo; como, con más o menos razón, un famoso antecesor suyo lo recibió, en el puente de su propio navio del brazo de la primera Isabel.

Firma: Carlos Trías

 

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